24 may 2009

HOGAR SAN JOSE



Que difícil es ir a un colegio católico cuando uno es un salvaje. Para semejante afirmación, quiero aclarar dos cosas, la primera es que cuando digo salvaje, me refiero a pibes que prefieren mil veces estar en el potrero y no en la escuela, y que las máximas travesuras podían llegar a ser tirarle toscas al techo de don Sinforoso a la hora de la siesta para que salga a putearnos en ese dialecto italo-argentino, que poco entendíamos, o arrancarle las ciruelas a Don Tito, o esconderle el Coco a Mario Carrera (el Coco era un Cordero que Marito tenía de mascota), éramos salvajes si pero no como ahora que no sabes en que fullerías te puede andar un pibe, y cuando menos te la esperas aparece en cana con no se que cantidad de cosas prohibidas. La otra cosa que quería aclarar es que este no es un colegio católico de esos tipo “Sagrado Corazón” o “Inmaculada concepción” donde te pones con 4 o 5 Rocas por mes y nadie te jode, a lo sumo te discriminan por atrás por ser cabeza y no pertenecer a la oligarquía terrateniente, pero mientras puedas pagar la cuota está todo bien, este es un colegio que funciona pegado a una iglesia donde el cura cartoneaba para juntar guita y fundó un barrio para gente carenciada, además había un internado para nenas huérfanas. Por supuesto que el cole no estaba en pleno centro ni en un barrio cajetilla, estaba justo en el límite de donde pasas a ser un “potencial delincuente” según la “gente bien” de la sociedad, porque acá “de Libertad para abajo son todos chorros” dice la “high society”.
La cuestión es que pasé mis primeros años de educación en ese colegio, el Hogar San José, y ahí formé mi primera “banda de bandidos” como decía la madre superiora cuando nos quería alcanzar después de alguna travesura. Fui desde jardín (una sola salita) hasta cuarto grado, donde le sugirieron a mi madre que esta vez si o si me debería cambiar porque pegarle una cachetada a la maestra no estaba contemplado en el estatuto del colegio y violaba las normas de convivencia, aunque bien merecida la tenía la guacha por agarrarme las orejas y dejarme sin recreo, y todo, como siempre en esos cinco años, por culpa de Ana Paula López.
Ana Paula era la hija de la presidenta de la cooperadora, y era de los que mejor estaban económicamente, así que todo lo que ella decía era palabra santa y por supuesto siempre nos mandaba al bombeo con el cura, las monjas o el primero que se la cruzaba, por eso el día de la “sugerencia de cambio”, estoy seguro que fue ella la que le contó a la maestra que con Cristian y el gordo le habíamos robado los calzones a las monjas y los habíamos izado en el mástil del jardín, tiene que haber sido ella, no queda otra.
Habíamos formado un grupo bárbaro, el gordo López, (primo de Ana Paula), Cristian, Nelsito Carrasco, el colorado López (que no era nada de los otros, pero se ve que en el barrio teníamos una invasión de gallegos con el mismo apellido), Pablo Roldán, el negro Mayo, Moisés (el japonés que vendía flores cerca del cementerio), Raulito Nuksen y yo. Siempre juntos, para todo, en las buenas y en las malas, si caía uno, caíamos todos, como el día que nos robamos las monedas de la iglesia y compramos en el quiosco de Corvellini esos caramelos que tienen como espumita y venían en tiritas, Fiss creo que se llamaban, o cuando nos fugamos en masa de catecismo y cambiamos las estatuas de la iglesia de lugar.
Ah, me olvidaba de un detalle, los años de los que hablo van desde el `80 hasta el `84, con los milicos en el gobierno, la guerra, Alfonsin y demás.
Si bien uno no tiene conciencia política, a los cinco años, yo creo que se nace con un ideal y luego se va forjando con el tiempo. Y yo nací Peronista, y para no ser menos, hincha de Boca y en la ciudad, fana de Quilmes, y como ya dije antes de Libertad para abajo, lo que daba en mí un perfil de “negrito subversivo” a pesar de mi piel blanca y mi corta edad. Esto lo cuento porque por aquellos años trajo muchos problemas en la familia, principalmente, cuando en el `81 salí de la fila gritando “es necesario que vuelva Perón para que pare la inflación”, o cuando mi hermano le explicó a la seño en el ´84 que no habíamos asistido a la visita del recién electo presidente Raúl Alfonsín porque “en mi casa somos todos de Luder”, lo que acarreó innumerables llamados a mi vieja para que no se nos inculquen esos tipos de ideales, como si los que nos metían ellos en la cabeza eran mucho mejores.
Así pasé esos años sin recreo en el `81 rezando por la salud del Papa, que no se que loco le pegó un tiro, haciendo simulacros de bombardeo en el ´82, escondiéndonos en la iglesia todos amontonados por si venían los ingleses, y tratando de entender que carajo era el “retorno a las urnas” en el `83.
Pero el tema principal, el que les quería contar fue mucho antes, en 1980, cuando recién empezaba el jardín, un día de acto, creo que del 9 de julio o el 17 de agosto, no se. La cosa es que, como siempre, Ana Paula era la abanderada, y yo, que en esas épocas le disputaba el puesto en todo lo que estuviese en juego, ya que lo nuestro era una cuestión de piel, de ideologías, había sido elegido para recitar una especie de poema alusivo. Mi vieja me lo tomó como 20 veces antes de salir para el jardín, al llegar se lo tuve que decir a una monja, al cura y las maestras. “Nada puede salir mal” decían, ya que venía el intendente o no se que milico en representación del gobierno municipal.
Cuando empezó el acto arranqué a pensar en mi viejo, que se mataba haciendo horas extras y no había podido ir a verme, así que mientras las autoridades daban sus discursos de rutina, yo pensaba en él, cuando íbamos a ver las cotorras a la avícola de Colombo, cuando me llevaba a ver a Choleta a la estación del tren, los domingos en la cancha y se me vino a la mente el último domingo, mi viejo llorando y puteando con la “Noblex Carina” en la mano, y el otro cuando dijo que no ganó el Prode justo porque Boca perdió con Ferro y me entré a acordar de todas las cosas que me había enseñado en mis cortos años de edad.
Cuando tocó el turno de mi actuación, inflé bien el pecho, mire a la cara al cura, monjas, milicos, padres y compañeros, y mientras Ana Paula levantaba la celeste y blanca al cielo, llene mi garganta de voz y pensando en mi viejo canté:
“de la mano del Rata nos vamo´ a la B, de la mano del Rata nos vamo´a la B”.


Nota I: Boca en 1980 era dirigido técnicamente por “El Rata” Rattín, realizando la peor campaña en la historia del club, a tal punto que se salvó de descender a la “B” en las últimas fechas del torneo.


Nota II: Los hechos y personajes son reales, cualquier parecido con la realidad no es coincidencia.

1 comentario:

  1. Hola soy Bili, mu buenos los cuentos y las notas, te juro ue cierro los ojos y me imagino cada una de las historias.
    segui asi. Gracias por darnos literatura anónima, que no se consigue y que sule ser muy buena

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